Un joven granjero mira el atardecer. La vida entre las dunas no es para él. No. Él sueña con las estrellas, con las infinitas posibilidades que la negrura del espacio le ofrecen. Y aunque sepa que es imposible, que nunca escapará de ese desierto, no puede evitar mirar esos dos soles que incendian el cielo despejado ¿Qué hay más allá de esa ardiente barrera? Anclado en esa roca flotante, Luke sueña con princesas, magos y contrabandistas. Sueña con liberarse de la insoportable insignificancia del país de las arenas.
La primera vez que vi Star Wars fue en un canal de aire en el televisor de una casa cuyos pasillos no recuerdo. Sin embargo, quedaron grabados en mi retina la oscura armadura de Darth Vader y los blancos paños que vestía la princesa Leia. Aunque en ese momento no sabía qué era lo que se estaba desenvolviendo frente a mí, lo cierto es que los años pasaron y me volví devoto de esas historias, las de Luke, Leia y Han, y, también, las de Anakin, Obi-Wan y Padme.
Vivimos en tiempos de inflación (no hablo de la monetaria) y, sin lugar a dudas, esto puede verse en Star Wars. La inmensidad de películas, series de televisión (animadas y live action), libros, cómics, juegos y tantos otros productos que componen el universo de la saga, generan un corpus incongruente y contradictorio que le juegan en contra a lo que en su momento supieron representar las aventuras espaciales de esos 3 jóvenes.
Para redescubrir la magia que Star Wars supo tener hay que volver al principio. Hay que dejar atrás un compendio interminable de escenas e imágenes icónicas. Debemos olvidarnos momentáneamente de la fuerza, de los jedi y de los sith, de los sables láser y de las naves espaciales.
Luke, que vivió toda su vida en ese páramo desolado y que apenas conoce los demás asentamientos de su planeta, anhela una vida de aventuras sin igual. Frente a su potente deseo, su familia y su trabajo se erigen como muro infranqueable, de una fuerza comparable a la de esos dos soles cuyo calor azota la superficie de Tatooine.
Al volver a ver Una Nueva Esperanza (la del 77’, la primera de todas) no puedo evitar verme en él ¿Quién no fue alguna vez ese mismo joven? ¿Quién, varado en una roca árida, no soñó con las estrellas? ¿Quién no sueña con superar límites imposibles?
Star Wars es la promesa de que un cualquiera, oriundo de un pago perdido en los márgenes del universo, puede convertirse en un héroe. De que Luke, un granjero de un mundo de arena, puede ir más allá de los soles gemelos.