Siempre me han encantado los superhéroes. Recuerdo ser un preadolescente y estar pegado a la pantalla viendo Jóvenes Titanes o Spectacular Spiderman o, si nos remontamos más atrás en el tiempo, El Zorro (que a efectos prácticos es un superhéroe) al mediodía por Canal 13.
Pero por más que amara Ciudad Gótica o Metrópolis, siempre me resultaban lejanas. Robin, Flash o los X-Men terminaban volviéndose figuras absolutamente inalcanzables.
Siempre me pregunté por qué no había un superhéroe argentino. No sólo me refiero a que haya un personaje argentino que trabaje codo a codo con Batman, sino a un encapuchado que lucha contra los villanos de Buenos Aires o, por qué no, alguien que defienda a los sanjuaninos del mal. Si bien hoy en día me resulta evidente que sí los hay y que hay historietistas argentinos que han trabajado el género, la pregunta sigue sin ser respondida.
¿Por qué no tenemos un Superman argentino? ¿Por qué no tenemos una figura absoluta que represente verdad, justicia y (en nuestro caso) el estilo argentino?

Superman y los avatares de la sociedad norteamericana
En Superman (1978, dir. Richard Donner), Lois Lane entrevista al protagonista y le pregunta “¿Por qué estás aquí?” a lo que el Hombre de Acero le contesta con su famosa frase “Vine para luchar por la verdad, justicia y el estilo americano”. Menciono esto porque es importante entender que, así como todo el arte, los superhéroes y sus valores no surgen de un vacío. Superman representa el bien absoluto de la cultura estadounidense, no sólo está explícito en su lema, sino que también se expresa a través de sus acciones y de los enemigos a los que se enfrenta.
En esta película los primeros actos heroicos del Hombre de Acero son los siguientes: primero le salva la vida a Lois Lane, luego previene lo que parece ser un robo, después detiene a unos ladrones de joyas que se escapan de la policía y, finalmente, evita que el avión del presidente de los EEUU se estrelle. En este inicio quedan claras un par de cuestiones respecto al personaje: no solo protege la vida, sino que también protege la propiedad privada (no es casualidad que los criminales siempre sean ladrones). Por otro lado, colabora con el Estado, salvando al presidente y entregando a los ladrones a la policía.
Superman, en su simpleza, es un personaje interesante. No es un defensor descerebrado del gobierno de Estados Unidos como algunas parodias lo intentan representar, sino que es un héroe que lucha por las ideas y valores de dicha nación. Lo que lo hace “super” no son sus poderes, sino el compromiso inquebrantable por las causas justas (que lo son dentro del contexto social norteamericano). Superman es Superman porque pudiendo ser un tirano, compromete su vida a luchar contra la injusticia.

En busca del Hombre del mañana argentino
Un personaje como Superman parece incompatible con la idiosincrasia argentina ¿Quién se tomaría en serio a un boy scout azul que vuela? Posiblemente nadie. Está claro que Argentina es un país más desconfiado de sus propias instituciones que los EEUU. Lo que a los norteamericanos les puede parecer un comportamiento honesto a nosotros nos parece ingenuo e incluso infantil ¿Es posible tener un héroe argentino entonces?
Creo que sí. A pesar de nuestro carácter descreído y pícaro, de la desconfianza por las instituciones y de las acusaciones (propias y ajenas) de ser ventajeros, creo que dentro de las costumbres argentinas hay valores por los que vale la pena luchar. Lo que nos diferencia de los norteamericanos (y por ende a nuestros héroes) no son necesariamente los objetivos sino las formas. Entonces, no pensemos la astucia y el ingenio como partes negativas de nuestro ser. Propongo que las tomemos como herramientas para empatar un partido cuando la cancha está inclinada. Son recursos para luchar contra los poderosos en pos de la justicia.
Tiempo de Valientes y Los Simuladores. Engaños, camaradería y justicia.
La respuesta a todas nuestras penas están en la filmografía de Damián Szifrón (de la cual podría hablar eternamente). En ella podemos encontrar a un héroe argentino arquetípico, a los problemas a los que se enfrenta y los recursos que utiliza para salirse con la suya.
Me refiero, como te habrás dado cuenta por el subtítulo, a Los Simuladores (2002-2004) y Tiempo de Valientes (2005).

Tiempo de Valientes narra la historia de Mariano Silverstein (Diego Peretti), un psiquiatra que para evitar ir a juicio por un accidente de tránsito debe hacer de acompañante terapéutico de Alfredo Díaz (Luis Luque), un policía sumido en una depresión tras descubrir la infidelidad de su esposa.
A través de la creciente amistad y confianza de ambos personajes, la película nos va revelando el valor mediante el cuál aflora la valentía: la amistad y la camaradería. Silverstein, integrante de la más cobarde clase media, parece estar completamente alejado de cualquier gota de heroísmo, aceptando estar en probation para escapar del juicio de un crimen que cometió. A través del paulatino fortalecimiento de su vínculo con Díaz empieza a conectarse con su verdadera identidad.
En su ensayo sobre la película (el cual recomiendo mucho), Melina Cherro profundiza sobre la puesta en juego del mitologema del doble, me parece importante rescatar lo siguiente: a lo largo de la película hay una construcción de simetría y de duplicidad, tanto entre protagonistas y antagonistas, como del rol heroico de los personajes en relación con los héroes (el texto se refiere a los héroes del cine clásico pero creo vale también por los superhéroes). Así se presentan los siguientes pares opuestos: por un lado la SIDE o el servicio de inteligencia, con un sistema piramidal donde cada miembro ocupa un rol inamovible, donde el que manda es el que mayor capacidad tiene para administrar el mal. Por otro lado la policía (su mejor representante siendo Díaz), donde los individuos pueden permitirse corrupciones menores como fumar marihuana o pasarse semáforos en rojo, pero que fundamentalmente conocen el valor de la amistad, de la humanidad, que saben con certeza que el mal está en otro lado: en lo burocrático, lo despersonalizado. Cabe aclarar que esto está matizado en la película (y que es una comedia), los policías valientes y heroicos deben serlo por fuera de la estructura a la que sirven.

Esta duplicidad también se aplica al tema identitario. En vez del superhéroe ocultarse tras una identidad secreta, en la película son estas falsas identidades las que han tomado el control. Silverstein se va liberando de todos los componentes de su vida pequeñoburguesa para ir encontrando la llama del heroísmo sepultada en el fondo de su ser. El movimiento está reforzado con varias “referencias” al mundo fantástico de los cómics: Díaz bromea con que su nombre en realidad es Bruno, mientras que el Comisario dice en tono jocoso que la doble vida de la esposa de Díaz es combatir el crimen.
Si Silverstein es la expresión heroica de las personas comunes, Los Simuladores serían algo así como la Liga de la Justicia de Argentina.
El fenómeno de la serie me resulta interesante. De Santos, Ravenna, Medina y Lamponne se sabe poco y nada, el espectador desconoce sus historias personales, sus motivaciones y sus objetivos. Como grupo emplean tácticas que usualmente serían denostadas y caracterizadas como lo peor de la “argentinidad”: mienten, engañan y manipulan ¿Qué los hace distintos?
En la serie la identificación viene por otro lado. Nos pensamos como aquel que busca la ayuda del grupo, como personas desesperadas en medio de una situación injusta y sin chances de victoria. Es justamente la aparición de los Simuladores las que nos hace cuestionar nuestra visión sobre sus tácticas ¿Cómo puede ser que el ingenio y el engaño sean ontológicamente malignos si están puestos en servicio de una causa justa?
No hace falta más que ir a los capítulos para darse cuenta de que, en su mayoría, a quien se busca engañar es al poderoso: un intendente corrupto, un estafador, un mafioso, un marido golpeador, un acosador, etc. En estos casos, el engañamiento surge como única posibilidad, como la única herramienta en un enfrentamiento completamente dispar.
Como la serie funciona dentro del género de la comedia las situaciones se invierten, el status quo se da vuelta por completo revelando la verdadera cara de los personajes, quiénes son por dentro, fuera de las convenciones sociales. Este acto se expresa tanto en los momentos donde se corrige una injusticia, como cuando el grupo accede a resolver problemas más cotidianos (que contienen una injusticia).
Tomemos por ejemplo el Capítulo 5 de la Temporada 2, titulado “El Vengador Infantil”. En él, el grupo se encarga de resolver una situación de bullying en un colegio. Para lograrlo deciden armar un concurso de superhéroes (algo para nada casual) en la escuela. Eventualmente, y gracias a la confianza que el disfraz le provee, la víctima confronta a su bully y lo golpea, liberándose así de los complejos que tenía. No solo es que la víctima descubra una fuerza interior gracias a esta doble identidad, sino que la serie compara (al principio del episodio) las acciones del grupo con la corrupción real de la política en una escena ya legendaria. De esta manera el carácter del grupo es puesto a prueba: responder la llamada de un cliente con valores contrarios a los suyos o rechazarla y traicionar su esquema de trabajo. La solución, como acostumbran, es gloriosa.

Para cerrar este apartado y volver brevemente al tema de los superhéroes quiero decir lo siguiente: así como Clark Kent es “Super” más por su carácter justo que por sus poderes fantásticos, los Simuladores se transforman en los superhéroes argentinos por poner sus talentos a trabajar.
La conexión entre el Hombre del Mañana y los héroes creados por Szifrón es absoluta. En el cómic “All-Star Superman” (escrito por Grant Morrison), uno de los gestos heroicos más recordados del protagonista es rescatar a un adolescente que está al borde del suicidio, dejando en claro que ningún problema es pequeño para Superman. En el primer episodio de Los Simuladores ayudan a un pintor depresivo a volver con su ex-mujer, dejando en claro que ningún problema es pequeño para el grupo. Al final del cómic Superman cuelga la capa (en realidad está a punto de morir), pero antes se asegura de dejar herederos, otros cómo él que continúen su lucha por la justicia. En el último episodio de la serie, el grupo se desbanda por motivos de índole personal, pero antes se aseguran de dejar los casos restantes en las manos correctas, otros como ellos que continúen ayudando a las personas comunes.

Está claro que tanto Superman como Los Simuladores son individuos excepcionales, pero lo que Szifrón nos está intentando decir es que esa excepcionalidad está dentro de todos nosotros, que depende de nosotros la posibilidad de convertirnos en héroes.
Un héroe para la argentina
A la hora de entender un personaje y sus acciones nos solemos hacer dos preguntas ¿Por qué? Y ¿Para qué? La primera nos revela las motivaciones detrás de dicha acción, mientras que la segunda nos revela el objetivo que se persigue.
¿Por qué hablar de héroes (súper o no) para el 25 de mayo? Desde luego no es porque los próceres de este país hayan sido necesariamente heroicos, para nada. Pero en un momento de crisis absoluta, donde todo pareciera estar perdido, cuando cada noticia es una mala noticia, lo que más hace falta es esperanza.
Pensar cuáles son nuestros héroes, dónde están y a dónde van puede no bajar la inflación o parar la corrida cambiaria. El poder del arte y sobre todo del cine es otro. Lamentablemente Los Simuladores son incapaces de salir de la pantalla para resolver nuestros problemas, pero son esas películas “que nadie ve” y “que a nadie le importan” las que nos representan, las que cuentan nuestras historias y las que nos pueden empujar a cambiar la historia.
