Esa historieta era El Eternauta, memorias de un navegante del porvenir, guionada por Héctor Germán Oesterheld e ilustrada por Francisco Solano López. La primera obra en su género de ciencia-ficción argentina y, con total seguridad, la primera novela gráfica escrita y dibujada en nuestro país. El planteo era originalísimo: los grandes temas de la ciencia-ficción de la época de la Guerra fría, el temor al invierno nuclear, las invasiones alienígenas pero con una ambientación completamente local. Un planteo tan original, tan rompedor y tan influyente que, desde el 2005, cada 4 de septiembre se celebra en Argentina el Día de la Historieta Nacional.
Quienes compraron el primer número del suplemento semanal de la revista de historietas Hora cero, un lejano miércoles 4 de septiembre de 1957, se encontraron con las primeras tres páginas de una historia que nunca antes se había contado en nuestro país: una de ciencia-ficción, donde una nevada radioactiva se abatía sobre el gran Buenos Aires y en la que los pocos sobrevivientes tenían que enfrentarse primero entre ellos y luego contra una amenaza peor, mucho peor, que los copos de la muerte.

Seguramente el lector de esta nota ya vió la serie de Netflix y está pensando si es una buena idea ir a su librería de confianza a comprar la historieta. En Sutura, y en la Biblioteca, pensamos que es una excelente idea, pero antes lo invitamos a que se pasee por estás páginas para conocer un poco más sobre esta obra tan singular e importante.


Juan Salvo, Eternauta
El protagonista es, sin lugar a dudas, uno de los personajes más importantes de la historieta argentina. Junto al cacique Patoruzú, la nena Mafalda y el sumerio Nippur de Lagash forma parte de una tradición de héroes que supieron capturar la imaginación de sus lectores a lo largo de las décadas. ¿Pero qué vuelve especial a Juan Salvo?

Con el estreno de la serie han circulado diversas opiniones que oscilan entre la de héroe colectivo (tagline de la serie y de la historieta) y la de hombre común. Si bien la primera categoría se ajusta a las ideas de Oesterheld y la segunda resulta más bien dudosa en su concepción (¿cuántos hombres comunes tienen un chalecito con todo lo que necesitan?), no resultan precisas para definir a su protagonista. Juan no es ni el más valiente, ni el más inteligente de su grupo, hasta podría decirse que ni siquiera es el líder del mismo; pero destaca por su tenacidad y, sobre todo, por su lealtad a sus amigos como Favalli o el tornero Franco. Juan Salvo no empieza su camino siendo un héroe: es la peripecia de la aventura, que comienza con la nevada y la primera vez que se calza el traje aislante, la que lo templa y forja en el Eternauta, el navegante del porvenir. Un héroe que (y esto me sorprendió mucho releyendo la historieta) tiene que convivir constantemente con la desesperación de sentirse pequeñísimo frente a la magnitud de la invasión planetaria de los Ellos.

La tenacidad y la desesperación, junto a un férreo deseo de poder proteger a su familia y a sus amigos, conformaron un héroe bien argentino. Nadie querría estar en sus zapatos ni un minuto, pero todos querríamos darle una mano y verlo finalmente reunido con Elena y Martita. Si Patoruzú era (en palabras de Dante Quinterno, su creador) el hombre perfecto, Mafalda la voz de la conciencia de la clase media y Nippur el Incorruptible que recorrió mil caminos, Juan es el hombre arrancado y forzado a la aventura. Transformado por ella, se volverá un preservador del espíritu, algo que los Ellos no pueden destruir ni poseer: la solidaridad y el amor por todos los seres inteligentes del cosmos.

Las batallas no se ganan solo con armas y, en El Eternauta, preservar ese espíritu es el primer paso para ganarla.
Los copos de la muerte
Nunca le vemos la cara a los líderes de la invasión. Pero sí todo su arsenal: los Mano, los cascarudos, los gigantescos gurbos y, especialmente, la nevada mortal. Este último es, junto al primer traje aislante de Salvo, el elemento más conocido de la historieta: no solo por la originalidad de una nevada en Buenos Aires (la nevada más reciente había sido en 1918 y en 1957 faltaba todavía medio siglo más para que se repitiese el fenómeno) sino también por las increíbles ilustraciones de Solano López que le dieron una ambientación única a la tira. El viejo Alberto Breccia, el dibujante de historieta más grande de la historia argentina, elogiaba en una entrevista la maestría de su colega a la hora de plasmar esos ambientes llenos de muerte y desolación pero también de una belleza extraña y aterradora.

¿Pero qué es en realidad la nevada mortal? Inicialmente, en la tira, los protagonistas temen que se trate de las secuelas de una explosión atómica. El invierno nuclear parece ser el referente más próximo en la época en que se publicó la historieta por primera vez. Esto está en la misma que las preocupaciones pacifistas y anti-bélicas de Oesterheld en los años 50, temas que también plasmó en la historieta Ernie Pike, también publicada en Hora Cero semanal y con dibujos de Hugo Pratt.
Sin embargo, los que leyeron El Eternauta en los años 60 y 70, cuando apareció compilado en formato libro, no pensaron en el invierno atómico sino en un referente más cercano: las dictaduras militares latinoamericanas y el imperialismo estadounidense. La explicitación y radicalización del mensaje político de la tira en la reversión de 1969 y en su secuela de 1976 alimentaron aún más está lectura.

Una característica de las grandes obras es permitir la constante relectura y la resignificación de sus temas e imágenes por parte los lectores. En este documental del canal Encuentro, Juan Sasturain y Solano López reflexionan sobre cómo a esta historieta le pasó algo parecido que a El Quijote. De la misma manera que cada siglo los lectores de Cervantes le encuentran nuevos sentidos a la novela, cada generación que lea El Eternauta encontrará en ella nuevos sentidos a sus palabras e imágenes con la esperanza de que esta vez sí sea posible alertar al planeta sobre la futura nevada.
La muerte de un historietista
Es imposible hablar de esta historieta sin hablar del final de su guionista. En 1977 Héctor Germán Oesterheld fue secuestrado, torturado y desaparecido por la última dictadura militar. Misma suerte corrieron sus cuatro hijas, tres de sus yernos y dos bebés, los cuales fueron apropiados, aún son buscados y que en algún momento pueden haber leído la historieta, visto la serie o, ¿por qué no?, estar leyendo estas palabras. Le sobrevivieron su esposa, Elsa Sánchez y dos nietos que fueron entregados a su abuela.
No es este el lugar ni el momento para reflexionar y matizar los motivos que Oesterheld tuvo para unirse a Montoneros. Pero cuando un hombre es secuestrado, torturado y antes de ser desaparecido se le hace saber que sus hijas han corrido la misma suerte; cuando ni su viuda ni sus nietos tienen un lugar donde llevarle flores; cuando se dan todos estos elementos, ¿qué más se puede decir?

El éxito de la serie de Netflix es la excusa perfecta para empezar a conocer y leer una de las obras más importantes que se han creado en Argentina. El Eternauta es desde hace varias décadas un clásico argentino, como lo son Martín Fierro o El juguete rabioso. Leerlo y disfrutarlo, conmovernos con la aventura de Juan Salvo y sus compañeros, es un pequeño tributo que podemos hacer mientras esperamos que pase la nevada.
